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Tesoros Secretos: La ruta de los castillos en Buenos Aires

La provincia bonaerense es el hogar de maravillosas construcciones que evocan épocas de esplendor, lujo y misterio. Muchas de ellas, inspiradas en la aristocracia europea, se han convertido en un tesoro arquitectónico y turístico. A continuación, te presentamos las más imponentes y fascinantes de esta ruta poco transitada.

Ex Usina Eléctrica (Ingeniero White)

Desde 1932 hasta 1988, bajo la imponente torre del castillo de estilo medieval de Ingeniero White funcionó la usina General San Martín, que abastecía de energía eléctrica a Bahía Blanca y el puerto. Actualmente, parte del edificio ha sido restaurado como un espacio cultural donde se pueden explorar las antiguas salas de la usina.

El conjunto edilicio y de espacio abierto fue declarado en 2002 «Monumento Histórico Nacional» y «Patrimonio Cultural Provincial«. En el Museo se pueden conocer los relatos de ex trabajadores ferroviarios del lugar, antiguas maquetas, cuadernos y herramientas recuperados de los distintos talleres.

Castillo Morisco (Tandil)

La imponente construcción fue un regalo de la colectividad española de Tandil, en 1923, en conmemoración del centenario de la fundación de la ciudad. Se puede llegar en auto por un camino serpenteante o caminando por escalinatas que atraviesan un bosque de pinos, eucaliptos, cedros, tipas y acacias.

Además, dentro del castillo funciona una encantadora cafetería y restaurante, mientras que en el exterior destaca un monumento ecuestre en honor a Martín Rodríguez, político, militar y gobernador de Buenos Aires, fundador de Tandil.

Castillo de Obligado (Ramallo)

Esta mansión, encargada por el poeta Rafael Obligado, es un emblema de la arquitectura romántica y gótica de fines del siglo XIX. Aunque cerrado al público, puede apreciarse desde paseos en barco por el río Paraná.

La fachada de tres pisos con ventanas ojivales que recubre 24 habitaciones, seis baños y tres juegos de escaleras forma parte del escudo del partido de Ramallo.

El Castillo de Obligado fue un lugar que cautivó a figuras como Jorge Luis Borges, Leopoldo Lugones y Fermín Estrella Gutiérrez. Quizás lo que los atrajo fue la intrigante leyenda de Toto, el fantasma que deambulaba por sus pasillos, desapareciendo objetos y abriendo y cerrando puertas a su antojo.

Palacio Andaluz (Uribelarrea)

El Palacio Andaluz, fundado por el ingeniero y artista plástico Carlos Pellegrini, padre del ex presidente argentino, es parte de la histórica estancia La Figura, actualmente un hotel de campo en refacción. Este lugar ofrece una experiencia completa con piscina, canchas de tenis y golf, animales de granja, y actividades como cabalgatas, caminatas y paseos en carruaje, diseñadas para sus huéspedes.

La estancia tiene una rica historia: su primer casco fue construido en 1830, cuando servía como posta de carretas que viajaban al sur. En el siglo XIX, Carlos Pellegrini innovó la actividad agrícola al introducir el balde regador, una técnica revolucionaria en su época. A finales de ese siglo, la estancia pasó a manos de Miguel Nemesio de Uribelarrea, quien impulsó la producción lanar, acondicionando galpones de esquila de ganado ovino.

Castillo Naveira (Luján)

El arquitecto belga Ernesto Moreau, conocido por su trabajo en la Basílica de Luján, diseñó en 1897 este imponente castillo de estilo neogótico por encargo del inmigrante alemán Enrique Beschtedt, quien vivía allí junto a su hija Irene.

Aunque el castillo está cerrado al público, sus enormes proporciones permiten admirar desde el exterior los jardines con esculturas que rodean las escenas del Vía Crucis, las gárgolas esculpidas, las cabezas de dragón adornando las bachas en el tejado, las diez cúpulas rematadas en agujas, los coloridos vitrales con escenas bíblicas y las terrazas con pisos en damero.

Irene Beschtedt residió en el castillo junto a sus nueve hijos. En 1913, la propiedad pasó a manos de Matilde Golpe Brañas, viuda del filántropo y ex cónsul argentino en La Coruña y Barcelona, Manuel Naveira González. En los jardines, entre otros tesoros, destacan las esculturas que representan escenas del Vía Crucis.

Posteriormente, el castillo fue renombrado como San José, bajo la gestión de su nuevo dueño, José «Pepe» Naveira, hijo de Matilde, quien en 1922 se casó con Elina Fernández Beschtedt, nieta del fundador Enrique Beschtedt.

Castillo San Francisco (Egaña, Rauch)

Cerca de la estación Egaña, en el partido de Rauch, se erige un castillo abandonado que fue, hasta 1958, una majestuosa residencia privada. Construido entre 1918 y 1930 por el estanciero y arquitecto Eugenio Díaz Vélez, contaba con 77 habitaciones, dos cocinas, amplias galerías, patios, una terraza, taller de carpintería, mirador y balcones.

En 1958, con la Reforma Agraria, la propiedad fue expropiada por el gobernador Oscar Alende y transformada en un Hogar Granja provincial, funcionando como tal hasta 1965. Luego, fue un reformatorio hasta mediados de los años ’70, quedando después expuesto al abandono y la depredación.

Afortunadamente, en 2010, vecinos de Rauch reunidos en la Comisión por la Recuperación del Castillo San Francisco lograron rescatar el lugar, declararlo sitio histórico y abrirlo al público. Las visitas se complementan con paseos en bicicleta y caminatas por los senderos del bosque, áreas de juegos para niños, canchas de fútbol y vóley, fogones y recorridos guiados por la cercana estación Egaña.

Palacio de Tiburcia (Lobos)

Cercana al sur de la Laguna de Lobos, escondida de las miradas curiosas, se encuentra una joya arquitectónica rodeada de tranquilidad y belleza. Este centenario casco, rodeado de palmeras y un parque diseñado por el renombrado Carlos Thays con 240 especies forestales, ofrece un entorno bucólico y exclusivo.

La mansión, encargada por Tiburcia Domínguez y López Camelo – esposa del jurista sanjuanino Salvador María Del Carril, primer vicepresidente y primer ministro de Economía de Argentina – al arquitecto francés Alberto Fabré, es una obra de lujo. Con tres plantas, opulentos salones, una biblioteca, una capilla y numerosas habitaciones para los huéspedes de la alta sociedad bonaerense, el palacio fue un centro de tertulias aristocráticas.

Cada 14 de abril, fecha de nacimiento de la anfitriona fallecida en 1898, se celebraba la fiesta principal en La Porteña, la estancia donde se encontraba el castillo. Este palacio contaba con espejos y mármoles importados de Europa, tapices y tejados franceses, así como balcones y una torreta distintiva. En sus extensos campos, Del Carril mantenía 63 puestos dedicados a la crianza de miles de ovejas y vacas.

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